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miércoles, 23 de junio de 2010

Solsticio

Hoy, que el calendario solar llega a su momento cumbre, que el Sol ha alcanzado el punto más alto en el cielo proyectando al mediodía la sombra más pequeña de todo el año. Hoy, que ha coincidido este año con el primer día de sofocante calor anunciando la llegada de las canículas, he sentido la imparable necesidad de dedicar estas breves líneas al solsticio.



Desde periodos muy remotos que el hombre observó el ciclo anual del paso de las estaciones, sufrió los crueles inviernos y los tórridos veranos; evolucionó por los diversos calendarios –contando fases lunares y meses solares-; fijó las fechas de máxima, igual y mínima duración del día y la noche; midió los ángulos, los puntos y momentos de la salida y puesta del Sol; le construyó templos y le dedicó alineaciones sagradas; y le dio categoría de divinidad y de astro creador.

Y es que es evidente que el Sol es nuestra fuente de energía y de vida en la tierra. Nuestra sensible existencia pende de unos estrechos rangos de la radiación solar que nos llega a la superficie del planeta. Por ello, no es de extrañar el reconocimiento de la humanidad al astro rey, y la dedicación de celebraciones especiales en las fechas solsticiales.

Fiestas con hogueras como protagonista, intentando imitar la fuerza solar, que se han celebrado tradicionalmente desde épocas antiguas. Donde sus llamas contribuyen, también, a los efectos mágicos de purificación, de curación, o de encuentro de amores. Y es que dicen que, además, estas fechas son propicias para los rituales y para la magia. Será verdad?