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domingo, 8 de julio de 2012

Rebaños bajo control


Es de conocimiento común que los gobiernos promueven deportes, juegos, fiestas, banquetes y aficiones con el estratégico fin de distraer a la plebe de los problemas que realmente afectan al conjunto de la sociedad. Se trata, seguramente, de una de las más antiguas técnicas de control de masas: mantener al populacho ocupado en tonterías y, así, que no tenga tiempo de pensar en los principales problemas.


Si embargo, el “pan y circo” no es el único método maquiavélico de someter a la muchedumbre a la merced de los que mandan. Utilizando y ejerciendo el control de instrumentos como la educación, los medios de comunicación o la religión, los que mandan modelan nuestras mentes a su antojo. Nos inculcan los valores, costumbres, conductas sociales y morales sabiamente preestablecidas que nos limitan, nos alinean y nos someten, con lo que hace más difícil la sublevación del pueblo hacia el sistema. Se encargan de transmitirnos los conocimientos y las noticias que les conviene según el momento, para así mantenernos bajo una controlada ignorancia. Les conviene tener al pueblo inculto, sumergido en la chabacanería y la ordinariez, para manipularlo mejor. Además, les conviene generar un estado de bienestar basado en la mediocridad, para que la plebe se encuentre cómoda en su incultura y no tenga demasiadas ansias ni aspiraciones de salir de su vulgaridad. Es un antiguo modo de esclavizar a las masas. El gentío, consciente de sus cortas capacidades, se somete a los que mandan y hasta se cree culpable de los problemas existentes.


Y así, los que nos mandan crean problemas –incluso adrede-, influyen y aplican en la plebe las inconveniencias de esos problemas, dejan que se encuentren soluciones –a menudo ya previstas por ellos desde el inicio-, o presentan esas soluciones mostrándose entonces ellos como “los salvadores del mundo” y, de este modo, se implantan soluciones controladas por los que mandan. Soluciones controladas que suelen significar un retroceso social o económico, pero que, de este modo, son vividas por la plebe como un mal menor. Un mal necesario.

Males necesarios que, a menudo, los que nos mandan los aplican gradualmente, por etapas, por pequeñas dosis, para que vayamos aceptando poco a poco lo que inicialmente nos hubiera parecido del todo inaceptable. Otras veces aplican el “mal necesario” diferido en el tiempo, anunciando que va a entrar en vigor en una fecha futura. Así la muchedumbre se va haciendo a la idea del sacrificio a efectuar y, tal vez, se mantiene ingenuamente la esperanza que este sacrificio futuro sea indultado.

Y si, además, influyendo a través de los instrumentos ya mencionados de la educación, de los medios de comunicación o de la religión, le añadimos el control de la plebe en sus emociones, valores, nacionalismos o ideas, los que mandan pueden llegar a manipular la base de la consciencia de las masas hacia donde mejor les convenga.

Y quiénes son “los que mandan”? Pienso que no necesariamente son los gobiernos. En muchos aspectos son los poderes económicos los que someten a gobiernos, medios de comunicación y a los líderes a acatar sus líneas de pensamiento, sus directrices y sus intereses. Así pues, doy la razón a quienes piensan que los que mandan se mantienen difusos tras los velos de los gobiernos o de las entidades financieras.

Y es este conjunto de ruines métodos estratégicos los que corrompen, bajo mi percepción, lo idílico que podría ser una democracia. En este aspecto, comparto la opinión de Rousseau expresada en El Contrato Social respecto a que si el pueblo, en su conjunto, no tiene una voluntad propia sino que tiene la voluntad inferida por “los que mandan”, la democracia se desnaturaliza en una oclocracia, donde la muchedumbre elige a sus representantes de gobierno con una voluntad viciada por todas estas estratagemas que nos limitan, nos someten y nos esclavizan.
  


Así pues, en la medida de mis posibilidades, procuraré evadir los efectos propagandísticos y manipuladores que nos bombardean diariamente. Procuraré seguir dedicando una parte del tiempo de mi vida a cultivar la mente de una manera abierta, procurando mantener una conciencia clara y racional sobre lo que realmente importa y, a pesar de estar atrapado en esta entramada sociedad, procuraré ser crítico y generarme, así, mi propia voluntad.