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martes, 18 de agosto de 2009

Almendres: Iglesia de San Millán Abad

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Casi saliéndose de la Merindad de Cuesta-Urria , como olvidada en un rincón, al final de una estrecha carretera tortuosa y amparada por las faldas de la sierra de la Tesla, resiste en pie, temblorosamente frágil, la iglesia de San Millán de Almendres.


La mampostería rudimentaria de los muros se apoya en la sillería de las esquinas, de la portalada y de la pseudo-espadaña que soporta la torre. Un “mírame y no me toques” que aguanta los muros debilitados por el paso del tiempo mientras reclaman en silencio pasivo la llegada de una ayuda para su reparación. Por si la voz hacía caer abajo el campanario, tal vez por instinto, o tal vez por acatar parte de las normas dictadas en 1861 por el arzobispo de Burgos y que figuran impresas todavía en el interior de la iglesia, creo que mantuvimos conversaciones susurradas durante la visita.



La portalada de esta Iglesia de San Millán Abad es espectacular. Posiblemente, del mismo taller que la portalada de Bercedo: vicios monstruosos, serpientes, grifos rampantes, arpías, animales híbridos… de todo un poco. Y un encadenado, también como en Bercedo al pie que una arquivolta, y un San Pedro y un San Pablo centrando la escena en el arco de la portalada. Una maravilla del románico burgalés.



De San Millán de Almendres también cabe destacar los bajo relieves que hay entre los modillones que forman la cornisa de la portalada. Entre ellos, una representación de Adan y Eva conscientes ya del bien y del mal.



La iglesia posee algunos canecillos de buen talle que sostienen la actual cubierta de la única nave. Por el tipo y grosor del muro, se podría pensar que inicialmente el techo se construyó en madera y, en una remodelación posterior, se hizo en obra y teja a dos aguas sin engrosar paredes. Ahora, los años y la fuerza de la naturaleza trabajan ganando terreno al mantenimiento del templo.



¿La restauración? Pues parece que, por lo que contaron los vecinos del lugar, es un problema del estilo de “uno por otro, la casa sin barrer”. Pues el clero alega que hay pocos feligreses para que sea rentable repararlo y otros organismos enfocan sus ayudas hacia otras poblaciones de las merindades. Aunque sea para poner una valla absurda en medio de la montaña, para “no perder la subvención”.


Aunque parezca increíble, hay un par de números pintados en medio del arco de ingreso, como si al cartero le hiciera falta el detalle para entregar las cartas.


En suma, un templo digno de estar denunciado en Picota y Cepo. Pero los cortos días de estancia en las Merindades dejaron para otra ocasión la visita del lugar junto con Alkaest y compañía.

Por lo pronto, y antes que alguien haga sonar la campana y el templo se derrumbe… tomo la palabra, con la venia de Alkaest:


A quien corresponda, y mientras busca los medios para restaurar esta joya del románico burgalés, vaya a picota y cepo las noches de luna llena, vestido con un cucullus, donde se expondrá a ser atacado por cualquier monstruo del bestiario de la portalada. Durante los días, quédese encadenado junto al templo mientras trabaja en su restauración a base de picar piedra, reforzar con argamasa la mampostería y aligerar el peso de la cubierta.


Salud, románico y fraternidad.

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