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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Entre roles anda el juego

Cuando un grupo de personas se reúne para tratar un tema o, sencillamente, en una reunión de amigos, cada uno adopta  –a menudo inconscientemente- un comportamiento o actitud con respecto del grupo, así como con respecto del tema a tratar. Este comportamiento, rol o papel que toma cada uno puede ayudar a que se avance en el tema tratado llegando a conclusiones y a resultados consensuados ampliamente o, al contrario, que se bloquee el tema tratado en alguna cuestión y no se llegue a resultados satisfactorios para la mayoría.

Suele ocurrir que estos roles se distribuyen entre los miembros de una reunión. Si el encuentro se realiza en un entorno profesional, lo normal es que cada cual asuma su rol esperado por la organización, acorde con su grado jerárquico. Sin embargo, si la reunión es informal, los roles asumidos pueden ir variando, puede haber quien desempeñe diversos papeles simultáneamente o incluso puede haber más de una persona con el mismo tipo de rol.


Pero, para centrarnos un poco más en este tema, vamos a exponer algunos roles que se suelen identificar con facilidad:
  • El creativo es aquel del que surgen iniciativas e ideas para llevar a cabo. A veces proyecta una imagen algo extravagante, pero es imaginativo, de mente abierta y, por ello, puede ser capaz de encontrar soluciones a problemas difíciles. Por ello no es extraño que le llamen “la bombilla”. 
  • El coordinador extrae las ideas clave de todas las aportaciones del grupo y encauza las propuestas. Transmite una imagen de seguridad y de madurez, aunque no hace nada efectivo salvo delegar en otros descargándose hábilmente de todo el trabajo personal. Algunos lo llaman “la batuta”.
  • El conciliador procura acercar posiciones entre los miembros del grupo sacando lo bueno de cada postura. Muestra una actitud apacible, cooperadora y diplomática. Tiende a escuchar y a impedir enfrentamientos. Es un papel básicamente cohesionador y por ello suelen llamarlo “el cemento”.
  • El alentador es aquel que reconoce las aportaciones de los demás y muestra una actitud positiva y entusiasta que anima a seguir tras el objetivo. Algunos le ponen el sobrenombre de “la batería”. Aunque en numerosas ocasiones, pasada la fase del entusiasmo inicial, el que adopta este rol se queda bajo de baterías. 
  • El resolutivo recuerda el trabajo a realizar e impulsa al grupo a conseguir la meta propuesta. Se caracteriza por saber concretar cuáles son las tareas a realizar y, entonces, las inicia rápidamente buscando nuevas oportunidades y desarrollando contactos. En algunos argots es llamado “el teléfono”.
  • El evaluador percibe todas las opciones de las cosas tratadas, las juzga y pone en duda determinadas cuestiones. Transmite imagen de persona seria, perspicaz e incluso de estratega. Como analizador de pros y contras de las cosas tratadas es nombrado habitualmente “la balanza”.
  • El implementador es capaz de transformar las ideas expuestas por otros en acciones concretas. Transmite imagen de metódico y ordenado: toma notas, hace lista de tareas y dibuja esquemas del proceso a seguir. Sin embargo, puede ser lento en responder a nuevas posibilidades por la necesidad previa de evaluarlas metódicamente. Parece que el sobrenombre de “la caja de herramientas” le encaja.
  • El finalizador se encarga de la revisión de las cosas. Reacio a delegar en otros, debe supervisarlo todo concienzudamente en busca errores u omisiones. Sin embargo, su sentido de responsabilidad le hace que cumpla con los plazos establecidos. A este tipo de personas perseguidoras de la perfección se les suele llamar “la cinta métrica”.
  • El especialista es aquel que aporta al grupo conocimientos específicos, aunque lo hace solo cuando se trata de un tema que conoce suficientemente. Los hay que aburren a los demás explayándose con disertaciones técnicas, aunque también hay que procuran aportar las informaciones que necesita el grupo simplificándolas en conceptos y cualidades asequibles. Solemos referirnos como “el bata blanca”.



Hasta aquí, si cada uno de los integrantes del grupo va adoptando uno –o varios- de estos roles favorables, aflorará la sinergia que permitirá alcanzar el objetivo planteado. Sin embargo, pueden aparecer miembros del grupo que adopten roles – a veces de manera parcial- que no favorecen la resolución de los temas tratados. Algunos de estos otros roles adversos que dificultan el avance del grupo pueden ser:

  • El dominador, que desea que su postura sea aceptada por todos. Si lo necesita, hasta es capaz de manipular a los miembros del grupo con distintas “artimañas” para convencerlos. Así, el grupo termina pensando que la decisión la han tomado ellos y no por insistencia de una persona.
  • El sabelotodo es aquel que opina en todo momento y de todos los temas. Pero, además, lo hace con soberbia. A pesar que, habitualmente, los demás miembros del grupo tienden a no aceptarlo y a evitar sus intervenciones, éste no cede en su deseo de ser admirado por sus conocimientos.
  • El charlatán siempre tiene palabras para tratar cualquier tema. Interrumpe a sus compañeros y hace largas exposiciones, por lo general, bastante vacías de contenido. Le gusta ser escuchado, por lo que, de cualquier tema, a él o a algún conocido, siempre le ha pasado algo similar.
  • El obstinado no baja la guardia en sus propuestas y no tolera otras distintas. Se muestra intransigente con otras posturas, es capaz de agredirlas verbalmente para enfatizar su opción. Su postura cerrada obstruye el amplio análisis del tema, no pudiéndolo tratar libremente desde diversos puntos de vista.


Podríamos definir más roles. Aunque algunos de ellos serian una aleación de varios de los expuestos aquí. De hecho, opino que habitualmente usamos varios roles a la vez, mezclándolos en mayor o menor grado en cada momento. 


Porque, en definitiva y tras estos roles que encasillan actitudes, siempre dejaremos entrever el ego de cada uno y, por tanto, los roles irán modulados por el filtro de nuestra personalidad.


martes, 11 de septiembre de 2012

Ventana con vistas a la Realidad


De todo el Universo, sea finito o infinito, sólo podemos afirmar –y con reservas- que conocemos una minúscula porción. Un planeta llamado, por nosotros, Tierra.

De todo el Universo, que se presume que tiene hasta 11 dimensiones, sólo somos capaces de percibir en nuestra realidad cotidiana una ventana de tres dimensiones. O cuatro, si consideramos la dimensión del tiempo.



De todos los lugares del mundo: montañas, sierras, lagos, bosques, pueblos, ciudades, monumentos,… sólo podremos llegar a conocer, por mucho que viajemos a lo largo de toda la vida, una pequeña parte de ellos.

De todos los sonidos que vibran por el mundo, sólo podemos oir una pequeñísima porción que va, con suerte, desde los 20 a los 20.000 hertzios. Y de la cantidad de sonidos oídos, solo escuchamos aquellos en los que centramos la atención.

De todos los olores, aromas y sabores que deben haber en nuestro planeta, nuestros sentidos sólo pueden oler o degustar una pequeñísima parte de ellos.

De todo el espectro electromagnético conocido, digamos que desde las ondas largas de radio hasta las frecuencias de los rayos cósmicos, sólo vemos -sin usar instrumentos- una pequeñísima porción a la que le llamamos Luz Visible.

De toda esa luz que llega a nuestra vista, de todas esas imágenes que alcanza nuestra vista, sólo vemos aquello en lo que fijamos nuestra atención.



De todos los libros, artículos e informaciones que hay en el mundo, sólo leeremos a lo largo de nuestra vida una pequeñísima porción. Y de esa porción leída, sólo retenemos en nuestra memoria una pequeñísima parte.

De todas las ciencias que nos sirven para conocer algunos aspectos de la realidad, sólo conoceré una pequeñísima parte de ellas y, por lo tanto, una ínfima parte de esos aspectos de la realidad.

De toda la gente que hay en el mundo, sólo conozco a una parte muy reducida de personas. Y, muchas de estas personas que prejuzgo conocer, sólo sé una pequeña parte de su vida, de cómo son y de lo que piensan. 

De todos los siglos, años y días que ha habido y que habrá en el tiempo de vida de nuestro mundo -sin considerar aquí el concepto de eternidad-, sólo estaré presente durante una pequeñísima parte en esta situación de intermitente consciencia llamada vida.

De todos los días vividos en el pasado, sólo recuerdo una pequeñísima parte de lo que hice en algunos de ellos. Y gran parte de esos recuerdos se desvanecen de la memoria con el paso del tiempo.

De todas las experiencias vividas en el pasado, sólo he aprehendido algo de una pequeña parte de ellas.

De todas las ideas que han circulado por mi mente, sólo han pasado al plano consciente una pequeña parte de ellas. Y de esas ideas, a partir del filtro de la razón, he creído reales sólo una parte de ellas.



Así, consciente de las limitaciones de nuestro ser y de las limitaciones de nuestro conocimiento, me permito relativizar esos “grandes problemas” que nos anuncian los medios de comunicación. Y, dentro del pequeño margen de capacidades de “ver” la Realidad a través de una pequeñísima ventana, voy a procurar disfrutar de esa parte, experimentarla, recordarla y aprehender de ella.

Porque esa minúscula parte de la Realidad que alcanzaré a conocer a lo largo de toda mi vida es TODO para mi. Es toda mi existencia.

domingo, 8 de julio de 2012

Rebaños bajo control


Es de conocimiento común que los gobiernos promueven deportes, juegos, fiestas, banquetes y aficiones con el estratégico fin de distraer a la plebe de los problemas que realmente afectan al conjunto de la sociedad. Se trata, seguramente, de una de las más antiguas técnicas de control de masas: mantener al populacho ocupado en tonterías y, así, que no tenga tiempo de pensar en los principales problemas.


Si embargo, el “pan y circo” no es el único método maquiavélico de someter a la muchedumbre a la merced de los que mandan. Utilizando y ejerciendo el control de instrumentos como la educación, los medios de comunicación o la religión, los que mandan modelan nuestras mentes a su antojo. Nos inculcan los valores, costumbres, conductas sociales y morales sabiamente preestablecidas que nos limitan, nos alinean y nos someten, con lo que hace más difícil la sublevación del pueblo hacia el sistema. Se encargan de transmitirnos los conocimientos y las noticias que les conviene según el momento, para así mantenernos bajo una controlada ignorancia. Les conviene tener al pueblo inculto, sumergido en la chabacanería y la ordinariez, para manipularlo mejor. Además, les conviene generar un estado de bienestar basado en la mediocridad, para que la plebe se encuentre cómoda en su incultura y no tenga demasiadas ansias ni aspiraciones de salir de su vulgaridad. Es un antiguo modo de esclavizar a las masas. El gentío, consciente de sus cortas capacidades, se somete a los que mandan y hasta se cree culpable de los problemas existentes.


Y así, los que nos mandan crean problemas –incluso adrede-, influyen y aplican en la plebe las inconveniencias de esos problemas, dejan que se encuentren soluciones –a menudo ya previstas por ellos desde el inicio-, o presentan esas soluciones mostrándose entonces ellos como “los salvadores del mundo” y, de este modo, se implantan soluciones controladas por los que mandan. Soluciones controladas que suelen significar un retroceso social o económico, pero que, de este modo, son vividas por la plebe como un mal menor. Un mal necesario.

Males necesarios que, a menudo, los que nos mandan los aplican gradualmente, por etapas, por pequeñas dosis, para que vayamos aceptando poco a poco lo que inicialmente nos hubiera parecido del todo inaceptable. Otras veces aplican el “mal necesario” diferido en el tiempo, anunciando que va a entrar en vigor en una fecha futura. Así la muchedumbre se va haciendo a la idea del sacrificio a efectuar y, tal vez, se mantiene ingenuamente la esperanza que este sacrificio futuro sea indultado.

Y si, además, influyendo a través de los instrumentos ya mencionados de la educación, de los medios de comunicación o de la religión, le añadimos el control de la plebe en sus emociones, valores, nacionalismos o ideas, los que mandan pueden llegar a manipular la base de la consciencia de las masas hacia donde mejor les convenga.

Y quiénes son “los que mandan”? Pienso que no necesariamente son los gobiernos. En muchos aspectos son los poderes económicos los que someten a gobiernos, medios de comunicación y a los líderes a acatar sus líneas de pensamiento, sus directrices y sus intereses. Así pues, doy la razón a quienes piensan que los que mandan se mantienen difusos tras los velos de los gobiernos o de las entidades financieras.

Y es este conjunto de ruines métodos estratégicos los que corrompen, bajo mi percepción, lo idílico que podría ser una democracia. En este aspecto, comparto la opinión de Rousseau expresada en El Contrato Social respecto a que si el pueblo, en su conjunto, no tiene una voluntad propia sino que tiene la voluntad inferida por “los que mandan”, la democracia se desnaturaliza en una oclocracia, donde la muchedumbre elige a sus representantes de gobierno con una voluntad viciada por todas estas estratagemas que nos limitan, nos someten y nos esclavizan.
  


Así pues, en la medida de mis posibilidades, procuraré evadir los efectos propagandísticos y manipuladores que nos bombardean diariamente. Procuraré seguir dedicando una parte del tiempo de mi vida a cultivar la mente de una manera abierta, procurando mantener una conciencia clara y racional sobre lo que realmente importa y, a pesar de estar atrapado en esta entramada sociedad, procuraré ser crítico y generarme, así, mi propia voluntad.

domingo, 15 de abril de 2012

Ritmo: el principio hermético


Entre las lejanas Grecia y Egipto, en épocas de su esplendor dinástico y contemporáneo de Abraham, hubo un hombre “tres veces grande” al que se le conoció por Hermes. Hermes Trismegisto.

Maestro fundador de la filosofía hermética, sus enseñanzas se recogieron en “El Kybalion” en forma de máximas o principios fundamentales. Cada uno de los siete principios en que se resume la doctrina hermética parece ser como una semilla-idea que, para quien esté dispuesto a recibir, le florezca en su interior el secreto, el significado oculto, el dominio de las fuerzas mentales, su transmutación ...

Salvando el hermetismo de esta filosofía; a pesar que durante siglos sus axiomas fueron celosamente guardados; los enunciados del Kybalion han llegado a los discípulos capaces de comprender, haciendo cumplir así el principio de causa y efecto, de atracción entre labios de sabiduría y oídos preparados para recibirla.

Pues bien, para quienes puedan ser receptores del mensaje, dejo aquí como muestra el Principio del Ritmo:


“Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación hacia la izquierda; el Ritmo es la compensación.”




Su profunda comprensión puede arrojar mucha luz sobre problemas difíciles y oscuros. Pero como se trata de una enseñanza hermética, aquí dejo la semilla-idea. Que ésta germine depende de cómo la cuide cada uno.

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martes, 17 de enero de 2012

Escuchando se entiende la gente

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De nada sirve emanar los pensamientos si no hay un receptáculo apropiado para recogerlos. Ofrezcamos vino, pues, a quien tenga la copa dispuesta para ser llenada con este espíritu.



Creo que hay una parte importante de cada uno de nosotros que se esfuerza en explicar y transmitir su propia opinión, es decir, que nos afanamos en exponer de manera clara y estructurada nuestra visión parcial de una realidad habitualmente compleja. Sin embargo, no solemos dedicar tanto esfuerzo a escuchar, quiero decir, a oír a los demás con el ánimo de entenderlos, de interiorizar su mensaje y a evolucionar en nuestro yo interior libando ese néctar que nos ofrecen bajo una forma aparente de palabras concatenadas.

Me impactó saber que, en media, sólo escuchamos realmente seis segundos de cada minuto de mensaje que oímos. Me vi reflejado en esas estadísticas y mi objetivo personal está en poder elevar en algo esa media.

Sin embargo, para favorecer una escucha completa se requiere ir adquiriendo habilidad en algunos aspectos como:

- La sintonía. No siempre el que habla está en la misma “onda” del que escucha. Si queremos escuchar y aprender de su mensaje, debemos ajustar nuestros registros mentales hasta “sintonizar”. Y sintonizar puede ser sinónimo de escuchar y hablar con el corazón, de abrir los sentimientos hacia la otra persona, de expresar tu opinión personal que te has formado con tu interpretación de la vida. Suele ocurrir que, en ese momento en que se encuentran las sintonías, ambos corazones se abren, los ojos se miran, el tiempo se calma y la comunicación fluye sin obstáculos, casi sin palabras...

- El entorno. El momento y el lugar deben escogerse con esmero para facilitar la comunicación. Sentarse cómodamente en un lugar elegido para escuchar a la otra persona, sin ruidos y sin distracciones. Darle una muestra física de querer realizar una escucha activa, de estar plenamente dedicado a escucharla si así lo desea, es esencial para que emanen sus pensamientos.

- Los prejuicios. Nuestros esquemas educacionales nos limitan el pensamiento y las opiniones acerca de las cosas y los demás. Siendo conscientes de nuestras limitaciones, tradiciones, creencias y prácticas - y sin tener que abandonarlas por ello - debemos procurar abrir la mente para entender y apreciar otras maneras de ver las mismas cosas, comprendiendo así también el comportamiento de los demás y los motivos que los conducen a sus conclusiones y modos de actuar.

- El fondo. Captar la esencia que se esconde tras las palabras, cual es el fondo del mensaje que ha emanado desde el corazón, escuchar al otro con la intención de recibir el espíritu de sus pensamientos es fundamental para conocerlo como persona y para desarrollarse uno mismo en el viaje interior. Hablar se convierte aquí en un poderoso regalo que se ofrece al que escucha. En muestra de gratitud y si las circunstancias son propicias, se puede establecer un diálogo contrastando ideas, experiencias, opiniones y pensamientos, hecho que puede favorecer que la escucha activa sea correspondida bidireccionalmente, enriqueciéndose mutuamente del aumento de perspectiva que ofrece el diálogo desde el respeto de las opiniones personales de cada uno.
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Y es así como se produce un doble efecto mágico al escuchar de verdad a la otra persona. Por una parte, el dedicar la atención que se merece a quien te explica algo desde su corazón la alienta a compartir contigo lo que forma parte de su vida y a exponerte su visión de lo que es cierto para ella. Por otra parte, tras recibir el preciado mensaje, conviene dejarlo madurar en tu interior, darte un tiempo para la reflexión, en silencio. Un tiempo también que sirve para contrastar todas las ideas recibidas y dejar aflorar, poco a poco, la magia del verdadero conocimiento de uno mismo.




Como decía al inicio, de nada sirve emanar los pensamientos si no hay un receptáculo apropiado para recogerlos. Mantengamos, pues, nuestra copa dispuesta para ser llenada con el espíritu del vino que nos ofrecen.
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domingo, 21 de agosto de 2011

Percepción

Todos hemos oído hablar alguna vez que nuestro ojo sólo es capaz de ver una estrecha banda del espectro de las frecuencias electromagnéticas. Son las que le llamamos comúnmente los colores de la luz visible. Es decir, vemos el mundo que nos rodea limitados por una pequeña ventana entre los ultravioletas y los infrarrojos. Sin duda, pues, al mirar un objeto tenemos una percepción limitada de su “realidad”.


Pero la percepción que se puede tener de una misma realidad varía en función de gran número de factores. No todo el mundo ve lo mismo, ni percibe la misma “realidad”, o vive la misma “situación” de un mismo modo.

Para analizar estos aspectos de la percepción me atrevo a distinguir dos grandes estadios: el de los sistemas sensoriales y el de los sistemas cognitivos.



Sistemas sensoriales

Nuestra mente percibe estímulos y sensaciones del mundo en el que estamos inmersos a través de los sentidos. Tradicionalmente hablamos que la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto se encargan de utilizar los órganos sensores de nuestro cuerpo. Así, los ojos, los oídos, la pituitaria, las palpitas gustativas o la piel, captan los estímulos del mundo exterior y los transmiten por el sistema nervioso al cerebro.

Hasta aquí, el proceso de percepción podría considerarse más bien automático o reflejo. No obstante hay factores físicos que pueden modificar la percepción de la “realidad”. Por ejemplo, factores climáticos, de ruido o de iluminación pueden hacer que los estímulos que reciban nuestros sentidos de una misma “realidad” sean distintos de un momento a otro. Ver un mismo paisaje en un día de lluvia o soleado, con frío o con calor, de día o de noche, nos proporcionará un variado surtido de percepciones de una misma realidad.

También los órganos sensoriales pueden tener grados de eficacia en función de la persona. Se suele perder grado de visión y de oído con el paso de los años, así como puede haber otras alteraciones físicas en algunos de nuestros órganos sensores que nos limiten la percepción del “mundo exterior”.



Sistemas cognitivos

Por una parte, nuestro cerebro actúa selectivamente para concentrar la atención en el estimulo que le llega y que más nos puede interesar según el momento. Focaliza –por ejemplo- en el gusto, vista y olfato si se trata de saborear una comida; o se concentra en el oído y la vista si se pretende conversar con otra persona. Así, a pesar de que el cerebro recibe seguramente todos los estímulos procedentes de los sentidos, muchos de ellos son neutralizados a nuestra conveniencia para darnos una percepción selectiva de lo que nos llega de ahí fuera. Es por este motivo que podemos estar viendo algo pero sin embargo no estar mirándolo, o bien podemos anular mentalmente la atención a un ruido repetitivo como, por ejemplo, el paso de trenes cerca de nuestra vivienda.

Pero el cerebro, por otra parte, procesa a través de unos filtros esa información recibida de los sentidos y nos proporciona nuestra particular percepción de la situación. Este filtro está confeccionado por un complejo sistema de factores cognitivos tales como:

- Las expectativas de lo que nos gustaría percibir a través de ese sentido.;
- Las experiencias vividas en el pasado. 
- Las motivaciones que conducen nuestra existencia.
- Las emociones que sentimos en ese momento.
- Las actitudes que conforman la personalidad propia de cada uno.
- El tipo de cultura, ideología política o religiosa.
- La educación recibida hasta ese momento.
- Las condiciones de contorno existentes en esa “situación del mundo exterior”

Asignamos un nivel de importancia a cada uno de estos filtros para, finalmente, tener nuestra propia percepción de “cómo vivimos” una situación del mundo exterior. Obtenemos así nuestra particular visión, nuestra percepción.

Conocer los mecanismos de percepción que actúan en la mente de uno mismo es un ejercicio interior que te permite reflexionar sobre cada uno de ellos y revisar el peso relativo que pretendes otorgarles en cada caso. También te permite modificar la estructura del filtro cognitivo si así lo estimamos conveniente. Todos, en un mayor o menos grado, realizamos ese proceso interior del “conócete a ti mismo” a lo largo de la vida.


La realidad debería ser única y objetiva, pero, como decíamos al principio, no todo el mundo ve lo mismo, ni percibe la misma “realidad”, o vive la misma “situación” de un mismo modo. Algunas veces podemos intentar acercarnos a la percepción que puede tener otra persona ante una situación concreta. Analizar los mecanismos que, posiblemente, le intervengan en función de su personalidad, de nuestro conocimiento de sus experiencias vividas, de lo que le “mueve” en el fondo… nos permite enriquecer nuestra propia percepción con la visión de la otra persona. Nos permite entender sus reacciones ante esa situación vivida y nos permite, en definitiva, ampliar ese estrecho ángulo de visión de nuestra propia percepción.


domingo, 30 de enero de 2011

Cambiando el chip



Ya sea en organizaciones, en grandes o en pequeñas empresas, o en la propia vida, los cambios son un proceso que parten de una situación para llegar a otra. Sería un engaño decir que siempre es un proceso que evoluciona hacia una situación mejor, aunque esto es siempre lo deseable.
La vida está llena de continuos cambios, lo queramos o no. Reflexionando un poco sobre ellos, me aventuraría a sintetizar algunas consideraciones o características comunes.





El punto de partida
Hay cambios que vienen motivados por una decisión propia, personal, de creer en una nueva y mejor situación. Vislumbras el objetivo al que quieres llegar, lo valoras firmemente como algo mejor que quieres conseguir, crees en él y lo dibujas en tu mente, o sobre un papel, tal vez con la intención de que, como Pigmalión con su Galatea, el sueño deseado se convierta en realidad.
Sin embargo, hay otros cambios que te sobrevienen en la vida. No has escogido tú el nuevo objetivo, la nueva situación. Pero te encuentras ahí, iniciando un proceso de cambio donde te das cuenta que no hay posibilidad de retroceder en el tiempo. Unas veces son cambios predecibles, otras veces ocurre que algún factor del subconsciente ha hecho que los presientas, otras el cambio es ordenado por una persona cercana o por un estamento jerárquico superior, y otras ocurre que el detonante del cambio llega sin más, sin avisar.
Tal vez podríamos mencionar otros puntos de partida de los cambios. Aquellos que otras personas, desde una óptica y perspectiva distinta a la nuestra, nos aconsejan que realicemos en nuestra vida para así mejorar nuestra situación. Sin embargo, éstos no pueden considerarse cambios como tal hasta que uno no tome la decisión propia de evolucionar hacia una nueva situación personal.

El camino
Cuando se ha iniciado un proceso de cambio, sobretodo en los que no es uno el que así lo ha decidido, suele haber un inicio del camino más o menos traumático. Nos surge nuestro natural miedo ante lo desconocido que frena nuestro deseo de ir hacia ese lugar, hacia ese futuro del que apenas tenemos un esbozo. Dudas si el dibujo está bien hecho. La angustia por cómo será el camino a recorrer a partir de ahora, junto con la nostalgia por cómo estábamos en la antigua situación, aunque ya forme parte de tu historia personal, nos causa pasar por episodios de quererse aferrar en el pasado, de querer inmovilizar nuestra vida en una situación que nos era cómoda, pero que ya no se da, ni se puede dar de nuevo.
A pesar de todo, con los días, el camino va andándose. Los problemas de la nueva situación van surgiendo y, tal vez, es cuando vas aplicando racionalización al cambio, día a día, para ir solucionando esos inconvenientes bajo la óptica de la nueva situación. El trabajo de esta etapa es más bien mental, requiere reflexión, ya sea a nivel individual o colectivo, para evolucionar racionalmente y hacer los cambios culturales que, tal vez, se requieren. Esta racionalización es la que te facilita, poco a poco, el convencimiento propio de que el cambio, dadas las circunstancias, era necesario y percibes la nueva situación de una manera más visible, más clara. Poco a poco, vas dejando de mirar atrás y, sin darte cuenta miras cada vez más confiado hacia delante.



El punto de destino
Empiezas a ver adónde quieres ir, aflora el entusiasmo en tu corazón y crecen las ganas por llegar. Disfrutas de los nuevos momentos vividos y tu optimismo aprecia las ventajas de la nueva situación. Te sientes pleno, entusiasta por el logro conseguido y te valoras integrado en el dibujo que, tiempo atrás, a pesar del temor que sentías, te habías imaginado.
Siendo conscientes de encontrarse en ese estadio, conviene cuidarlo con esmero, saborear el inicio de esa nueva etapa con la mayor intensidad posible y desear que el periodo de estabilidad en esa nueva situación donde te sientes bien sea largo.
Un principio del Kybalión dice que “No hay nada quieto. Todo se mueve. Todo vibra”. Efectivamente. Pero conocer este principio, interiorizarlo, y ser conscientes del proceso habitual que todo cambio comporta, debería ayudarnos a poder trabajar para ejercer mayor control sobre la duración de sus ciclos, así como ayudarnos a tomar las decisiones propias de cambiar en aquellos aspectos de nuestras vidas en las que, pensamos, podemos mejorar.


domingo, 1 de noviembre de 2009

Los pilares de mi mundo

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Muchas veces ha venido a mi mente esa vieja canción que, con gran acierto, afirmaba que en la vida hay tres cosas básicas para ser feliz: salud, dinero y amor. No obstante, también hay gente más mundana y superficial que se compran un camión, o un tractor amarillo, y con ello ya tienen su felicidad… zoológica.

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Mi esquema de felicidad y equilibrio emocional parece que se me ha vuelto –con los años- un poco complejo. Aunque espero que no se me complique más, dudo que esperanzas y realidades sigan el mismo camino.


Bajo mi percepción, soy de la opinión que el equilibrio emocional de una persona se apoya sobre un conjunto de pilares. Unos pilares son sólidos y otros están más débiles, unos son más estables y otros varían de grosor por ciclos temporales. Enfin, que el equilibrio emocional de todo quisqui oscila constantemente. Lo importante es que esa oscilación no se acentúe demasiado, se tambalee todo y el “castillo” en el que estás montado se venga abajo. Para ello, en tu interior, allí donde radican tus sentimientos más íntimos, se establece una constante lucha con el fin de mantenerte erguido sobre esos pilares sobre los que crees apoyarte.


¿De qué pilares estamos hablando? Pues en el de la salud, la economía, las raíces, los hijos, el amor, los amigos, el trabajo, las aficiones,… puede haber más pilares, aunque en este momento no soy capaz de percatarme de ningún otro. Y suele pasar que te percatas de que había un pilar ahí, precisamente, cuando éste se rompe.



Cuando, por circunstancias propias de la vida, hay algún pilar de éstos que se debilita, inconscientemente nos apoyarnos con más intensidad en los otros que los vemos más firmes y seguros con el fin de mantener esa estabilidad emocional. No siempre el pilar dañado es reparado. Unas veces por desidia, otras por profundo dolor, otras por temor a afrontarse al problema y bajar a trabajar en los cimientos del pilar, se acaba creyendo uno – ingenuamente - que “el tiempo” lo sanará, que con “el tiempo” ese pilar crecerá y volverá a ser firme como lo era en un pasado.


Un hecho acontecido recientemente en el trabajo ha hecho que, el pilar donde me había refugiado en los últimos dos años, tambaleara fuertemente. He pasado a encontrarme solo ante las responsabilidades y las decisiones a tomar. Ha sido para mí una sacudida que me ha hecho revisar el conjunto de pilares que soportan emocionalmente mi vida y, entonces, he creído darme cuenta de su débil y frágil estado.


Y como si fuera un síndrome propio del otoño, o algo contagioso, los miedos me han enturbiado el ánimo y el corazón. Miedo a la soledad, miedo a que algo o alguien pueda hacer daño a mis seres queridos, miedo a perderlos, miedo a todo.



Recuperar la confianza y la seguridad; disipar los miedos y fortalecer los pilares dañados; alimentar el alma con amor y crecer en la autoestima; saber escoger bien el camino a seguir y cambiar tu óptica con la que enfocabas los principios y la felicidad de tu vida… no son cosas fáciles ni rápidas. Requiere pensar en soledad, reflexionar sobre qué te ocurre realmente, comunicarte con los demás y en especial con tu seres más queridos, sincerarte y poner en crisis valores que tenias por asentados en tu cerebro desde siempre...


Pero soy muy afortunado porque me han ayudado todos mis seres queridos y, por ello, les agradezco sus abrazos, sus besos y sus reconfortantes palabras.


Os quiero.

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domingo, 6 de septiembre de 2009

Mito, existencia y consciencia


Durante la vida de una persona, suele haber una transición progresiva hacia la toma de consciencia de su existencia. Podría considerarse que es un paso del estado de consciencia zoológica a una consciencia racional. Con la adquisición del conocimiento, es “expulsado del paraíso” donde estaba y ya no podrá volver a él.

La consciencia racional del hombre, aunque tal vez ya ha pasado a ser algo inherente al colectivo del ser humano, suele ser propiciada por los padres a que sea adquirida por sus hijos. Esto induce a ver el mundo bajo una realidad preestablecida y a que la toma de consciencia sea realizada acompañada de unos valores concretos.


Haciendo una analogía hacia el origen de la humanidad, también me imagino que el hombre primitivo fue tomando consciencia progresivamente de su propia existencia. En la medida que esas tribus primitivas tomaron consciencia de este mundo “real”, quedaron expulsados para siempre del mundo de la ignorancia, de la felicidad zoológica, del paraíso.



Pero el hombre primitivo necesita entonces mantener ese nivel de conocimiento adquirido. Por lo que esos conocimientos y, inherentemente, la consciencia, son promovidos a que sean asimilados también por los demás miembros de la tribu y por sus descendientes. El recuerdo de su historia lo identifica como ser consciente de su existencia y a su vez, reafirma la pertenencia grupal.


Y es en ese punto donde se produjo seguramente el fenómeno del mito, una historia acerca de unos antepasados con carácter sobrehumano o divino que hicieron unas gestas increíbles, que crearon la tierra, los animales y las plantas… pero, en definitiva, una historia que, a pesar de las intencionadas modificaciones que posiblemente sufrieron con el paso de las generaciones, eran elementos aglutinadores que dotaban de raíces i de identidad al pueblo.



En la medida que los mitos que explicaban el origen del mundo - mitos cosmogónicos- ofrecían estabilidad a la civilización pues tenían cierto sentido de fuerza real al ser ubicados en un tiempo de origen del mundo; aparecieron otros tipos de mitos que nos contaban el porqué de la mortalidad del hombre, el porqué de las buenas cosechas, de las tormentas, etc. Y a estos mitos se añaden ingredientes de valores morales que sustentan esa civilización para generar las primeras reglas que ayudaron a la tribu a tener una convivencia y un ideal común. Los mitos, en la medida que inscribieron en las mentes maneras de actuar en la sociedad, se convirtieron también en una forma arquetípica de las actuales leyes.


Una vez estimulado el conocimiento, el ser humano necesita saber más. La curiosidad, la necesidad de satisfacer sus preguntas aumenta exponencialmente. Las historias mitológicas que habían aparecido como respuestas a los grandes interrogantes de la humanidad empiezan a derivar también en el origen de la religión. Una herramienta que, llevada y gestionada por los cabecillas de la tribu, permite mantener a la plebe bajo sus órdenes, amparados por el poder divino. Es un elemento rector de la vida social humana, una herramienta que otorga a los (autoproclamados) reyes un principio de autoridad.



Para muchas tribus, conocer los mitos era aprender el secreto del origen de las cosas. De hecho algunas tribus mantienen todavía la idea que, para que un remedio actúe, se debe conocer su origen. Así, para sanar a una planta, a un animal o a un hombre, el curandero debe conocer el mito etiológico para reproducirlo y intentar llegar a su “tiempo primordial” y así recrear su creación.


Conocer el origen de los mitos debe permitirnos aprender el secreto de su inicio, de su realidad y de su función. Tal vez son unas raíces que no debemos obviar para mantener la estabilidad social en nuestra civilización actual.


Posted by Picasa

domingo, 15 de marzo de 2009

Efecto Pigmalión

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Según cuentan existió en la antigua Grecia un escultor llamado Pigmalión que se enamoró locamente de una de sus esculturas, a la que llamó Galatea. Tal fue el grado de deseo por ella que, finalmente y gracias a la intersección de Afrodita, su obra deseada cobró vida.

Este viejo mito ha dado nombre al efecto de que, cuando uno se propone firmemente una cosa, lo consigue. Será tal vez porque al creer que lo puedes conseguir proyectas sinergias hacia el cumplimiento del objetivo?; o tal vez porque cuando deseas realmente algo, se elabora un “plan sideral” para que consigas tu sueño? A modo de “El Secreto”, o “El Alquimista”…


Nuestras expectativas hacia las capacidades de los demás influyen. Todo el mundo tiene capacidad para realizar algo si creemos el él. Pero, atención, también uno tiene incapacidad para realizarlo si así lo prejuzgamos.

De hecho, hay una cierta simetría en este efecto. Porque todos respondemos de alguna manera a las expectativas que los demás tienen de nosotros, solemos acabar haciendo aquello que los demás esperan de nosotros…

Me parece acertado que procuremos aplicar positivamente el “Efecto Pigmalión” en los ámbitos de nuestra vida. En el educativo, familiar, laboral, social… creo que ayuda a alimentar la autoestima, a enfocar la vida con un filtro de optimismo y a mantener el deseo de alcanzar nuevos objetivos.


Ante un deseo de conseguir algo, hasta el tejido neuronal es capaz de crecer y prolongar sus axones creando nuevas conexiones que ayuden a capacitarnos física y psíquicamente en esa dirección. De este modo los científicos se han sumado al carro, -por efecto Pigmalión?- descubriendo una explicación científica de este mito, de este efecto, de esta práctica de magia, de este plan sideral, o de esta velada conspiración Universal.


Y es que se cumple hasta el refrán popular de “Quien la sigue, la consigue”.

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domingo, 4 de enero de 2009

"Como arriba es abajo"

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El hombre en la Tierra, cubierto bajo un manto de estrellas. Cada noche. Desde el principio de los tiempos. Su observación, las preguntas. Su interpretación, las respuestas. Fenómenos del cielo: estrellas, novas, cometas, rayos, eclipses, solsticios, conjunciones,... hasta formas de las nubes. Todo augura algo que va a suceder.


Mitología explicando lo inexplicable bajo constelaciones, dioses, mitos,...

Augurios del cielo evolucionando en astrología, adivinación, horóscopos,...

Ciencias y filosofías sintetizando principios universales de “Como arriba es abajo”, "Conócete a tí mismo",...


Sucesos celestes que anuncian momentos históricos en la Tierra. Muertes y nacimientos de reyes. Como la estrella de Belén.


Astrólogos, magos, sabios, sacerdotes,... reyes que interpretan los signos del cielo y rinden homenaje.


Discrepancias entre hechos reales y bíblicos. Luchas de paralelismos entre supersticiones, creencias, horóscopos y religiones. Tolerancias mantenidas entre astrología, historia y cristianismo. Influencias cruzadas y constantemente negadas.


Por todo esto, y a pesar de todo esto, el episodio de la Epifanía se mantiene como un momento cumbre que cierra el ciclo Navideño, aportándonos buenos presagios... y algún que otro regalo.



Salud y Feliz 2009 !!!

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sábado, 20 de diciembre de 2008

Solsticio de Invierno

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Desde la antigüedad el hombre ha celebrado el solsticio de invierno como un “nacimiento de vida” en la tierra. La identificación de esta fecha en la que el día solar está en la mínima expresión y “renace” el ciclo para dar vida en la tierra a través de su creciente fuerza se catalizó en la antigüedad haciendo que, en numerosas religiones, nacieran en esta fecha dioses e hijos de dioses.

La festividad asociada al renacer de la fuerza del Sol, al nacimiento de Mitra, Khrisna, Osiris, Horis, Dionisos o Jesús, o a la tristeza absoluta de Ceres... genera en la humanidad la esperanza que, de nuevo, el Sol, la vida, el agua, den nueva fuerza a la naturaleza, a la tierra, y broten nuevas cosechas que nos den prosperidad.

Más allá del espíritu navideño que nos impregna a todos en estas fechas de sentimientos de amor y de buenos deseos; más allá de la oportunidad de alimentar nuestros espíritus - y nuestros cuerpos- bajo las celebraciones de la “religión” que cada uno profese; más allá del nombre que lo etiquetemos, ya sea Solsticio, Navidad o Año Nuevo; opino que estas fechas nos ofrecen la ocasión de reconocer el lazo ancestral que une a cada uno de nosotros con la tierra y con toda la humanidad.

¡Que el Sol brille de nuevo con fuerza y dé vida a la tierra con fértiles cosechas!
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(Traducido a cristiano: ¡ Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo !)

sábado, 15 de noviembre de 2008

Homenaje micológico



En la historia de cualquier civilización siempre encontramos como mínimo un mito destinado a introducir conciencia de identidad colectiva.

Ese mito es como una voz perdida de la historia de la cual no es necesario situarla en el tiempo y, además, se puede permitir el lujo de contener dudosas magnificencias e imprecisiones: seres fantásticos, gestas heroicas, experiencias extraordinarias, ...

Los mitos, como las leyendas, las sagradas escrituras o los cuentos del abuelo, se introducen en el subconsciente de la población y le proporcionan una explicación subliminal de determinadas estructuras universales, independientemente del contenido formal y textual que pueda tener su narración. De este modo, se alecciona los fundamentos de los valores humanos, alineando –también- las bases del subconsciente.

Y en esa base del subconsciente es donde encuentro yo el porqué me gusta ir a recoger setas. Encuentro un afán ancestral que me une a las setas. Como civilización micófila con la que me identifico, tengo la certeza que los mitos procedentes del mundo de los hongos han contribuido a mi pasión por ellas.

Pasear por el bosque, observar su esplendor, reseguir con detalle sus rincones en busca de esos pequeños órganos reproductivos, localizarlos secretamente, identificarlos, fotografiarlos, recolectarlos, cocinarlos, compartirlos, consumirlos, conservarlos, conocer sus misterios, sus enigmas, sus peligros... todo esto que gira en torno a las setas lo hace, en suma, algo fascinante.

Hoy, que parece que va acabando la floración otoñal ya que la especie predominante localizada ha sido los “fredolics” (Tricholoma Terreum), he querido rendir homenaje a este fruto que nos aporta mucho más que un manjar para nuestro paladar, mucho más que un deleite a la actividad de nuestra vida consciente...
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Nos aporta una fuerte unión de nuestro subconsciente con la “Madre Tierra”


domingo, 19 de octubre de 2008

Tetraktys

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Los pitagóricos creían que toda la esencia de este mundo era de orden numérico y armónico. Y compendiaban en su vida la filosofía, las matemáticas, la ciencia, la música y la astronomía. Bajo esta definición, el Homus Virtualis de este blog se identificaría como un aficionado al pitagorismo.

Sin entrar en la doctrina de los pitagóricos, pues hay extensa literatura de ello, hasta hace pocos días conocía aspectos inconexos de este tema: el universalmente conocido teorema de Pitágoras, los tipos de números según su relación (perfectos, amigos, poligonales, etc.), la base pitagórica de la armonía musical, la geometría pitagórica... y algunos aspectos –entre historia y leyenda- de la vida y la muerte de Pitágoras.

Pues bien, al profundizar en el conocimiento del pitagorismo, me ha aparecido de pronto, como una revelación, el símbolo místico pitagórico del Tetraktys. Se trata de un triangulo donde se representan diez puntos, como suma de 1+2+3+4.



  • El uno (mónada) es entendido como la unidad, la divinidad, el origen de todas las cosas, el ser inmanifestado...

  • El dos (díada) es el desdoblamiento de la unidad, el principio de la dualidad inherente en toda cosmología: activo y pasivo, masculino y femenino, bien y mal, ...

  • El tres (tríada) recoge el concepto de los tres niveles que hay en los aspectos místicos: cuerpo, alma y espírtitu; Padre, Hijo y Espíritu Santo; infierno, tierra y cielo; etc. También, bajo una idea geométrica, si entendemos el uno como un punto y el dos como una línea, el tres pasa a ser un plano.

  • El cuatro (cuaternario) quiere simbolizar el universo material, como manifestación de cuatro aspectos: tierra, aire, fuego y agua; Lucas, Juan, Marcos y Mateo; toro, águila, león y hombre; y los tetragrámaton de muchas religiones y filosofías. Ahora la idea geométrica alcanza con este cuarto nivel el volumen, adquiriendo cuerpo material.

  • Y el 10 (década) es el conjunto de los anteriores, el número perfecto, la totalidad del Universo. Y en este sentido de totalidad se revela como un retorno a la unidad, cerrando el ciclo. Un origen y un fin; un todo surge del uno y vuelve al uno...


Así pues, el Tetraktys es una representación simple y compleja de la creación, de la totalidad en constante movimiento, de la armonía de los contrarios, de la esencia numérica de todas las cosas... En definitiva, opino que podría ser el árbol de la vida de los pitagóricos.

Una pasada.

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