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domingo, 23 de mayo de 2010

Una pizca de sal

La halita es un mineral muy abundante en la Tierra. Bueno, en la tierra y en el mar.


Porque este salado haluro se encuentra disuelto en el agua del mar ofreciéndonos su peculiar sabor. ¡Mecachis en la mar! Y es que así, ofrece distracción a la plebe que se va preguntando porqué el agua del mar es salada y ofrece trabajo a unos cuantos que embalsan un poco de mar en una gran extensión de poca profundidad y dejan que el Sol evapore el agua… un trabajo paciente que compite en antigüedad con otros oficios que alardean de ser de los más antiguos. Sin embargo, destaca aquí la originalidad del nombre. A ese lugar en donde se obtiene nuestro preciado mineral le pusieron, después de pensárselo mucho, el nombre de… ¡Salina!


Y también, en la tierra, nos aparece halita en forma de sal gema, o sal de roca para los amigos. Sí, en yacimientos de terrenos sedimentarios… es decir, en lugares donde hace millones de años era un fondo marino expuesto al sol. Se secó el mar y se quedó el poso residual. ¡Qué cosas pasaron en el Cuaternario!, ¿No?


Es común que conozcamos una pizca acerca de la sal… Como condimento en la comida, por ejemplo, la sal pasa desapercibida disuelta en las comidas si está en su justa medida. Ahora bien, no te pases ni te quedes corto porque su exceso, o su defecto, no nos permite saborear bien aquello que comemos.

Y es que, tal vez, cuando nos preguntan acerca de ese típico dilema de ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? Tendríamos que responder… la sal. Porque el uso de la sal es ancestral. Seguro que hasta el homo antecesor se comía los huevos con un poco de sal… Bueno, bromas a parte, el uso alimenticio de la sal proviene, seguramente, de cuando descubrieron –por azar, seguro- que se podían conservar los alimentos en salazón. En especial, los pescados y las carnes se deshidratan al ser recubiertos con sal. Tal vez por ello, los alimentos se tomaban bastante salados e, incluso, se hacían comidas, como el garum que, sólo por su nombre, ya cuesta atreverse a probarlo. Y la sal, con el tiempo, acabó por manchar, etimológicamente hablando, muchas comidas… y si no que se lo pregunten a las ensaladas, a las salsas, a las salchichas o al salmorejo!

Aunque parezca mentira, en épocas antiguas, la alta demanda de sal para conservar alimentos elevó su precio hasta valores que llegaron a superar el del oro. Así, la sal fue utilizada como moneda, pagándose con sal los salarios… y con honor… ¿Los honorarios? Pero, dicen, que todo lo que sube, baja. Y eso le ocurrió hace un par de siglos al precio de este mineral comestible: se desplomó. Dicen, también, que la culpa la tuvieron las nuevas tecnologías de conservación de alimentos que se inventaron el “refigerator”. Otros apuntan a las manías de los médicos en que comamos con poca sal para que no nos revienten las tuberías sanguíneas con una cosa que le llaman “hipertensión”… Pero no sólo bajó la demanda de sal, sino que la ley del mercado económico pinchó también porque aumentó la oferta de sal, y es que también se tecnificaron los sistemas de obtención del cloruro de sodio, o sea, de la sal.


Pero no todo el monte es orégano, ni toda la sal es cloruro sódico. Hay otras sales en el mundo, y si no que se lo pregunten a los que se pegan baños con unas de aromas a jazmín o con esencia de almendras. Pues bien, también se extrae sal en explotaciones mineras de, por ejemplo, cloruro potásico o de cloruro magnésico. Y ¿Para qué?, pues debe ser para abastecer a la industria química que va como loca queriendo obtener cloro, potasas, explosivos, abonos sintéticos y cosas de esas…


Pero, en esencia, ¿Por qué la sal está tan unida al hombre? Pues porque hay alguna razón ancestral que absorbe el seso humano hasta el punto de que lo han usado en sus rituales como generador de pureza, como protector contra los demonios o como absorbente de las malas acciones de los espíritus… y, en las religiones, a parte de ser usada como ofrenda en ceremonias, también era usada por Dios como castigo, si no ¡Que le pregunten a Lot qué le pasó a su mujer por darse la vuelta al huir de Sodoma!

Y para acabar con este saleroso tema, aunque muchos no nos enteramos, utilizamos en nuestro interior la sal como fijadora, haciendo que el mercurio acepte el azufre, o algo así. Pero en esos alquímicos temas, no hay cuerpo, ni sal, ni homus virtualis que lo llegue a entender.