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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Entre roles anda el juego

Cuando un grupo de personas se reúne para tratar un tema o, sencillamente, en una reunión de amigos, cada uno adopta  –a menudo inconscientemente- un comportamiento o actitud con respecto del grupo, así como con respecto del tema a tratar. Este comportamiento, rol o papel que toma cada uno puede ayudar a que se avance en el tema tratado llegando a conclusiones y a resultados consensuados ampliamente o, al contrario, que se bloquee el tema tratado en alguna cuestión y no se llegue a resultados satisfactorios para la mayoría.

Suele ocurrir que estos roles se distribuyen entre los miembros de una reunión. Si el encuentro se realiza en un entorno profesional, lo normal es que cada cual asuma su rol esperado por la organización, acorde con su grado jerárquico. Sin embargo, si la reunión es informal, los roles asumidos pueden ir variando, puede haber quien desempeñe diversos papeles simultáneamente o incluso puede haber más de una persona con el mismo tipo de rol.


Pero, para centrarnos un poco más en este tema, vamos a exponer algunos roles que se suelen identificar con facilidad:
  • El creativo es aquel del que surgen iniciativas e ideas para llevar a cabo. A veces proyecta una imagen algo extravagante, pero es imaginativo, de mente abierta y, por ello, puede ser capaz de encontrar soluciones a problemas difíciles. Por ello no es extraño que le llamen “la bombilla”. 
  • El coordinador extrae las ideas clave de todas las aportaciones del grupo y encauza las propuestas. Transmite una imagen de seguridad y de madurez, aunque no hace nada efectivo salvo delegar en otros descargándose hábilmente de todo el trabajo personal. Algunos lo llaman “la batuta”.
  • El conciliador procura acercar posiciones entre los miembros del grupo sacando lo bueno de cada postura. Muestra una actitud apacible, cooperadora y diplomática. Tiende a escuchar y a impedir enfrentamientos. Es un papel básicamente cohesionador y por ello suelen llamarlo “el cemento”.
  • El alentador es aquel que reconoce las aportaciones de los demás y muestra una actitud positiva y entusiasta que anima a seguir tras el objetivo. Algunos le ponen el sobrenombre de “la batería”. Aunque en numerosas ocasiones, pasada la fase del entusiasmo inicial, el que adopta este rol se queda bajo de baterías. 
  • El resolutivo recuerda el trabajo a realizar e impulsa al grupo a conseguir la meta propuesta. Se caracteriza por saber concretar cuáles son las tareas a realizar y, entonces, las inicia rápidamente buscando nuevas oportunidades y desarrollando contactos. En algunos argots es llamado “el teléfono”.
  • El evaluador percibe todas las opciones de las cosas tratadas, las juzga y pone en duda determinadas cuestiones. Transmite imagen de persona seria, perspicaz e incluso de estratega. Como analizador de pros y contras de las cosas tratadas es nombrado habitualmente “la balanza”.
  • El implementador es capaz de transformar las ideas expuestas por otros en acciones concretas. Transmite imagen de metódico y ordenado: toma notas, hace lista de tareas y dibuja esquemas del proceso a seguir. Sin embargo, puede ser lento en responder a nuevas posibilidades por la necesidad previa de evaluarlas metódicamente. Parece que el sobrenombre de “la caja de herramientas” le encaja.
  • El finalizador se encarga de la revisión de las cosas. Reacio a delegar en otros, debe supervisarlo todo concienzudamente en busca errores u omisiones. Sin embargo, su sentido de responsabilidad le hace que cumpla con los plazos establecidos. A este tipo de personas perseguidoras de la perfección se les suele llamar “la cinta métrica”.
  • El especialista es aquel que aporta al grupo conocimientos específicos, aunque lo hace solo cuando se trata de un tema que conoce suficientemente. Los hay que aburren a los demás explayándose con disertaciones técnicas, aunque también hay que procuran aportar las informaciones que necesita el grupo simplificándolas en conceptos y cualidades asequibles. Solemos referirnos como “el bata blanca”.



Hasta aquí, si cada uno de los integrantes del grupo va adoptando uno –o varios- de estos roles favorables, aflorará la sinergia que permitirá alcanzar el objetivo planteado. Sin embargo, pueden aparecer miembros del grupo que adopten roles – a veces de manera parcial- que no favorecen la resolución de los temas tratados. Algunos de estos otros roles adversos que dificultan el avance del grupo pueden ser:

  • El dominador, que desea que su postura sea aceptada por todos. Si lo necesita, hasta es capaz de manipular a los miembros del grupo con distintas “artimañas” para convencerlos. Así, el grupo termina pensando que la decisión la han tomado ellos y no por insistencia de una persona.
  • El sabelotodo es aquel que opina en todo momento y de todos los temas. Pero, además, lo hace con soberbia. A pesar que, habitualmente, los demás miembros del grupo tienden a no aceptarlo y a evitar sus intervenciones, éste no cede en su deseo de ser admirado por sus conocimientos.
  • El charlatán siempre tiene palabras para tratar cualquier tema. Interrumpe a sus compañeros y hace largas exposiciones, por lo general, bastante vacías de contenido. Le gusta ser escuchado, por lo que, de cualquier tema, a él o a algún conocido, siempre le ha pasado algo similar.
  • El obstinado no baja la guardia en sus propuestas y no tolera otras distintas. Se muestra intransigente con otras posturas, es capaz de agredirlas verbalmente para enfatizar su opción. Su postura cerrada obstruye el amplio análisis del tema, no pudiéndolo tratar libremente desde diversos puntos de vista.


Podríamos definir más roles. Aunque algunos de ellos serian una aleación de varios de los expuestos aquí. De hecho, opino que habitualmente usamos varios roles a la vez, mezclándolos en mayor o menor grado en cada momento. 


Porque, en definitiva y tras estos roles que encasillan actitudes, siempre dejaremos entrever el ego de cada uno y, por tanto, los roles irán modulados por el filtro de nuestra personalidad.