.....

miércoles, 26 de diciembre de 2012

De la bombilla tradicional a la lámpara LED


Hacia finales del siglo XIX se empezaron a comercializar las bombillas de filamento incandescente. Así, durante todo el siglo XX, la bombilla tradicional ha iluminado las noches de millones de hogares de todo el mundo. 

Tras algo más de 120 años de alumbrarnos, la Unión Europea va prohibiendo la comercialización de la típica bombilla incandescente debido a su baja eficiencia: convierte en luz sólo el 5% de la electricidad consumida, el 95% restante… se disipa en calor.

También las bombillas halógenas son poco eficientes. Llegan a obtener sólo del orden de 20 lúmenes por vatio de potencia consumida (lm/w). Aunque estas bombillas halógenas siguen de “moda”, lo cierto es que, poco a poco, los fluorescentes o las bombillas de “bajo consumo” han ido invadiendo nuestras casas en las últimas décadas.


Incandescente 60w   -   Fluorescente bajo consumo 18w   -    LED 8w

Pero los fluorescentes y las bombillas de bajo consumo, a pesar de que consiguen niveles de eficiencia energética del orden de los 80 lm/w y que su vida media (unas 10.000 horas) es superior en unas cinco veces a la de la bombilla incandescente, tienen también asociados algunos inconvenientes: contienen mercurio, por lo que son muy contaminantes si no se reciclan convenientemente, tardan unos segundos en encenderse y, una vez encendidas, necesitan unos minutos de calentamiento hasta estar a pleno rendimiento de emisión de luz.


Lámparas LED

Hace escasos años empezaron a despuntar las lámparas hechas con LED. Como era una tecnología poco experimentada en el campo de la iluminación las bombillas salían inicialmente caras. Actualmente, y en parte ayudado por los aumentos del coste del kw-h de las compañías eléctricas, la tecnología LED está abriendo una nueva era, tomando el relevo a la bombilla tradicional.

Las lámparas de LED ofrecen grandes ventajas económicas y ecológicas:
  • El 95% de la electricidad consumida se convierte en luz y sólo el 5% en calor.
  • Consigue rendimientos del orden de 100 lm/w. Es decir, que respecto las halógenas, pueden obtener la misma luz ahorrando un 80% de energía.
  • No necesitan tiempo de arranque y los LED emiten luz a pleno rendimiento al instante.
  • La vida media es superior a las 50.000 horas de funcionamiento.
  • No contienen mercurio ni otros elementos contaminantes del medio ambiente.
  • No emiten radiación infrarroja ni ultravioleta.


Lámparas dicroicas halógenas (2 x 40w) y sus equivalentes dicroicas LED (2 x 6w)

Sólo hay un inconveniente inicial: frente a los costes habituales de compra de las bombillas incandescentes, las halógenas o las de bajo consumo, las bombillas de LED son un poco más caras. No obstante, el periodo de retorno de la inversión inicial en lámparas LED es, habitualmente, del orden de uno o dos años.


Periodo de retorno

Entendemos aquí por periodo de retorno el tiempo necesario para recuperar el dinero que nos cuesta comprar una lámpara LED. Y es que a base de ahorrar en consumo de energía eléctrica y a base de ahorrar en no tener que comprar bombillas cada “dos por tres”, a la larga, acabamos gastando menos dinero si nos cambiamos al LED.

Veamos, a modo de ejemplo, cómo podemos valorar el periodo de retorno de una lámpara LED frente a una bombilla incandescente.
  • La bombilla tradicional de 60w tiene un coste de 0,75 € y una vida media estimada de 2.000 horas.
  • La lámpara LED (equivalente en lúmens, de unos 600 lm) resulta ser la de 8w, cuesta 16,5 € y tiene una vida media estimada de 50.000 horas.

Comparación entre bombilla incandescente y lámpara de LED

Pretendemos averiguar el “coste por hora” en cada caso, atendiendo a los costes de compra y a los costes de consumo.

La bombilla tradicional tiene un coste por hora de:
  • Inversión: 0,75€ / 2.000horas = 0,00037500 €/h
  • Consumo: 60w X 0,18 €/kw-h = 0,01067220 €/h
Con lo que cada hora que pasa 0,01104720 euros que nos cuesta.


La bombilla LED tiene un coste por hora de:
  • Inversión: 16,50€ / 50.000horas = 0,00033000 €/h
  • Consumo: 8w X 0,18 €/kw-h = 0,00142296 €/h
Con lo que cada hora que pasa 0,00175296 euros que nos cuesta.



Como vemos, cada hora que usamos la lámpara LED ahorramos 0,00929424 eurillos (casi un céntimo de euro!). Y, como la lámpara LED nos costó 16,50€, pues necesitaremos:

Tiempo de retorno de inversión en horas: 16,50€ / 0,00929424€/h = 1.775 h

Supongamos que se trata de una bombilla que encendemos 6 horas al día. Entonces, esas 1.775 horas equivalen a… sólo 10 meses !!!

Así que, con este pequeño análisis, descubrimos que la iluminación con tecnología LED es energéticamente eficiente, ecológicamente respetuosa con el medio ambiente y económicamente rentable para nuestros bolsillos.


Bienvenidos, pues, a la era del LED !!!



domingo, 4 de noviembre de 2012

Tras la seta secreta


Durante todo el año me resulta agradable pasear por el bosque descubriendo sus múltiples secretos y deleitándome con los variados paisajes que nos ofrece la naturaleza. Sin embargo, con la llegada del otoño, el bosque se me torna especialmente atrayente. Y es porque además del abanico de colores de sus ramas, sumergen unos preciados tesoros que parecen como si hubieran estado todo el año escondidos bajo tierra.




Es una ocasión para poner a prueba un instinto aletargado durante todo el resto del año. Una mezcla de experiencia e intuición te dirige hacia donde, tal vez, puedes encontrar este tesoro auto-desenterrado. La especie de árbol de la zona, el tipo de suelo, su vegetación, su humedad, la orientación cardinal del terreno, la incidencia de la luz… son pistas para conocer los lugares más propensos a encontrar según qué setas. No obstante, el lugar concreto donde crecen es típicamente un secreto celosamente guardado.

Es, también, una ocasión que me permite entrar en un contacto más íntimo con la naturaleza. Abandonar el camino habitual para penetrar entre árboles, rodear maleza y pinchos, ojear cuidadosamente bajo arbustos y llegar a rincones insospechados que, si no fuera por la excusa de que tal vez ahí encontraré algo, no accedería jamás. Como si de un radar visual se tratara, rastreas visualmente el suelo en busca de una seta. A veces aparece ahí mismo, ante ti, tras un matorral; otras aparece en forma de una disimulada pista, como un abultamiento en la capa de hojas caídas o un punto de color peculiar que asoma tímidamente en el suelo.






Es un momento sin igual localizar algún ejemplar. Te acoge una mezcla de alegría y respeto. Alegría por conseguir ese objetivo perseguido y respeto por identificar correctamente de que seta se trata, por saber discernir si es comestible o tóxica y, también, porque es un acto en el que recoges un “fruto” que te aporta la “madre tierra”.






Tras la recolección, limpiarlas cuidadosamente. Revisar una a una su estado, clasificarlas y cocinarlas.




Y, finalmente, degustar el sabor peculiar de cada especie compartiéndolas en una buena mesa. Otra ocasión sublime en la que penetra a través de los sentidos algo que trasciende lo corpuscular. Y es que la micología es un mundo fascinante no sólo lleno de ciencia y gastronomía, si no también lleno de misterios.





martes, 11 de septiembre de 2012

Ventana con vistas a la Realidad


De todo el Universo, sea finito o infinito, sólo podemos afirmar –y con reservas- que conocemos una minúscula porción. Un planeta llamado, por nosotros, Tierra.

De todo el Universo, que se presume que tiene hasta 11 dimensiones, sólo somos capaces de percibir en nuestra realidad cotidiana una ventana de tres dimensiones. O cuatro, si consideramos la dimensión del tiempo.



De todos los lugares del mundo: montañas, sierras, lagos, bosques, pueblos, ciudades, monumentos,… sólo podremos llegar a conocer, por mucho que viajemos a lo largo de toda la vida, una pequeña parte de ellos.

De todos los sonidos que vibran por el mundo, sólo podemos oir una pequeñísima porción que va, con suerte, desde los 20 a los 20.000 hertzios. Y de la cantidad de sonidos oídos, solo escuchamos aquellos en los que centramos la atención.

De todos los olores, aromas y sabores que deben haber en nuestro planeta, nuestros sentidos sólo pueden oler o degustar una pequeñísima parte de ellos.

De todo el espectro electromagnético conocido, digamos que desde las ondas largas de radio hasta las frecuencias de los rayos cósmicos, sólo vemos -sin usar instrumentos- una pequeñísima porción a la que le llamamos Luz Visible.

De toda esa luz que llega a nuestra vista, de todas esas imágenes que alcanza nuestra vista, sólo vemos aquello en lo que fijamos nuestra atención.



De todos los libros, artículos e informaciones que hay en el mundo, sólo leeremos a lo largo de nuestra vida una pequeñísima porción. Y de esa porción leída, sólo retenemos en nuestra memoria una pequeñísima parte.

De todas las ciencias que nos sirven para conocer algunos aspectos de la realidad, sólo conoceré una pequeñísima parte de ellas y, por lo tanto, una ínfima parte de esos aspectos de la realidad.

De toda la gente que hay en el mundo, sólo conozco a una parte muy reducida de personas. Y, muchas de estas personas que prejuzgo conocer, sólo sé una pequeña parte de su vida, de cómo son y de lo que piensan. 

De todos los siglos, años y días que ha habido y que habrá en el tiempo de vida de nuestro mundo -sin considerar aquí el concepto de eternidad-, sólo estaré presente durante una pequeñísima parte en esta situación de intermitente consciencia llamada vida.

De todos los días vividos en el pasado, sólo recuerdo una pequeñísima parte de lo que hice en algunos de ellos. Y gran parte de esos recuerdos se desvanecen de la memoria con el paso del tiempo.

De todas las experiencias vividas en el pasado, sólo he aprehendido algo de una pequeña parte de ellas.

De todas las ideas que han circulado por mi mente, sólo han pasado al plano consciente una pequeña parte de ellas. Y de esas ideas, a partir del filtro de la razón, he creído reales sólo una parte de ellas.



Así, consciente de las limitaciones de nuestro ser y de las limitaciones de nuestro conocimiento, me permito relativizar esos “grandes problemas” que nos anuncian los medios de comunicación. Y, dentro del pequeño margen de capacidades de “ver” la Realidad a través de una pequeñísima ventana, voy a procurar disfrutar de esa parte, experimentarla, recordarla y aprehender de ella.

Porque esa minúscula parte de la Realidad que alcanzaré a conocer a lo largo de toda mi vida es TODO para mi. Es toda mi existencia.

domingo, 8 de julio de 2012

Rebaños bajo control


Es de conocimiento común que los gobiernos promueven deportes, juegos, fiestas, banquetes y aficiones con el estratégico fin de distraer a la plebe de los problemas que realmente afectan al conjunto de la sociedad. Se trata, seguramente, de una de las más antiguas técnicas de control de masas: mantener al populacho ocupado en tonterías y, así, que no tenga tiempo de pensar en los principales problemas.


Si embargo, el “pan y circo” no es el único método maquiavélico de someter a la muchedumbre a la merced de los que mandan. Utilizando y ejerciendo el control de instrumentos como la educación, los medios de comunicación o la religión, los que mandan modelan nuestras mentes a su antojo. Nos inculcan los valores, costumbres, conductas sociales y morales sabiamente preestablecidas que nos limitan, nos alinean y nos someten, con lo que hace más difícil la sublevación del pueblo hacia el sistema. Se encargan de transmitirnos los conocimientos y las noticias que les conviene según el momento, para así mantenernos bajo una controlada ignorancia. Les conviene tener al pueblo inculto, sumergido en la chabacanería y la ordinariez, para manipularlo mejor. Además, les conviene generar un estado de bienestar basado en la mediocridad, para que la plebe se encuentre cómoda en su incultura y no tenga demasiadas ansias ni aspiraciones de salir de su vulgaridad. Es un antiguo modo de esclavizar a las masas. El gentío, consciente de sus cortas capacidades, se somete a los que mandan y hasta se cree culpable de los problemas existentes.


Y así, los que nos mandan crean problemas –incluso adrede-, influyen y aplican en la plebe las inconveniencias de esos problemas, dejan que se encuentren soluciones –a menudo ya previstas por ellos desde el inicio-, o presentan esas soluciones mostrándose entonces ellos como “los salvadores del mundo” y, de este modo, se implantan soluciones controladas por los que mandan. Soluciones controladas que suelen significar un retroceso social o económico, pero que, de este modo, son vividas por la plebe como un mal menor. Un mal necesario.

Males necesarios que, a menudo, los que nos mandan los aplican gradualmente, por etapas, por pequeñas dosis, para que vayamos aceptando poco a poco lo que inicialmente nos hubiera parecido del todo inaceptable. Otras veces aplican el “mal necesario” diferido en el tiempo, anunciando que va a entrar en vigor en una fecha futura. Así la muchedumbre se va haciendo a la idea del sacrificio a efectuar y, tal vez, se mantiene ingenuamente la esperanza que este sacrificio futuro sea indultado.

Y si, además, influyendo a través de los instrumentos ya mencionados de la educación, de los medios de comunicación o de la religión, le añadimos el control de la plebe en sus emociones, valores, nacionalismos o ideas, los que mandan pueden llegar a manipular la base de la consciencia de las masas hacia donde mejor les convenga.

Y quiénes son “los que mandan”? Pienso que no necesariamente son los gobiernos. En muchos aspectos son los poderes económicos los que someten a gobiernos, medios de comunicación y a los líderes a acatar sus líneas de pensamiento, sus directrices y sus intereses. Así pues, doy la razón a quienes piensan que los que mandan se mantienen difusos tras los velos de los gobiernos o de las entidades financieras.

Y es este conjunto de ruines métodos estratégicos los que corrompen, bajo mi percepción, lo idílico que podría ser una democracia. En este aspecto, comparto la opinión de Rousseau expresada en El Contrato Social respecto a que si el pueblo, en su conjunto, no tiene una voluntad propia sino que tiene la voluntad inferida por “los que mandan”, la democracia se desnaturaliza en una oclocracia, donde la muchedumbre elige a sus representantes de gobierno con una voluntad viciada por todas estas estratagemas que nos limitan, nos someten y nos esclavizan.
  


Así pues, en la medida de mis posibilidades, procuraré evadir los efectos propagandísticos y manipuladores que nos bombardean diariamente. Procuraré seguir dedicando una parte del tiempo de mi vida a cultivar la mente de una manera abierta, procurando mantener una conciencia clara y racional sobre lo que realmente importa y, a pesar de estar atrapado en esta entramada sociedad, procuraré ser crítico y generarme, así, mi propia voluntad.

domingo, 15 de abril de 2012

Ritmo: el principio hermético


Entre las lejanas Grecia y Egipto, en épocas de su esplendor dinástico y contemporáneo de Abraham, hubo un hombre “tres veces grande” al que se le conoció por Hermes. Hermes Trismegisto.

Maestro fundador de la filosofía hermética, sus enseñanzas se recogieron en “El Kybalion” en forma de máximas o principios fundamentales. Cada uno de los siete principios en que se resume la doctrina hermética parece ser como una semilla-idea que, para quien esté dispuesto a recibir, le florezca en su interior el secreto, el significado oculto, el dominio de las fuerzas mentales, su transmutación ...

Salvando el hermetismo de esta filosofía; a pesar que durante siglos sus axiomas fueron celosamente guardados; los enunciados del Kybalion han llegado a los discípulos capaces de comprender, haciendo cumplir así el principio de causa y efecto, de atracción entre labios de sabiduría y oídos preparados para recibirla.

Pues bien, para quienes puedan ser receptores del mensaje, dejo aquí como muestra el Principio del Ritmo:


“Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación hacia la izquierda; el Ritmo es la compensación.”




Su profunda comprensión puede arrojar mucha luz sobre problemas difíciles y oscuros. Pero como se trata de una enseñanza hermética, aquí dejo la semilla-idea. Que ésta germine depende de cómo la cuide cada uno.

.

sábado, 18 de febrero de 2012

El jardín del Edén

.

Hace ya muchos, muchos años que, al salir por primera vez al balcón de casa, me sorprendió la imagen del jardín. Recuerdo esa una sensación placentera de paz, una ilusión de poder tener, a escasa distancia de mí, esa enorme copa de palmera de largas y esbeltas hojas que, tendiendo el brazo, casi podía alcanzar.

El jardín del convento se me presentó como un paraíso. Ese silencio moteado por los trinos de los pájaros, ese toque de campana para indicar la comida a la congregación, ese revoloteo de pajarillos despuntando el día, esos cantos gregorianos que se oían como un murmullo de fondo los domingos al mediodía, ese olor de primavera ante la floración de los árboles, esos colores vivos radiando de la pérgola violácea, esos ramos naturales del rosal laureado... Todo eso proporcionaba, tanto a mi como –supongo- a todos los que tuvimos la gran suerte de poder vivir en el entorno cercano al jardín del convento, de una aproximación a lo divino. Fue como poder tener cercana la fuente del Edén y, cuando salía al balcón, absorbía un poco de su preciada ambrosia.


El convento dedicó casi un siglo a ser colegio. Mis hijos asistieron de párvulos, tuvieron el cariño sincero de las monjas misioneras y jugaron, durante unos años, en el jardín del convento. Aprendieron de él, de sus olorosas flores, de sus verdes plantas, de sus dulces frutos, de su húmeda tierra. Y se impregnaron, como nos impregnamos todos nosotros, de esa aura, de ese espíritu que, desde el cielo, descendía a través de los árboles del jardín hasta llenar nuestros corazones.

Hemos disfrutado de un oasis de paz en el centro de una voraz ciudad. Estas palmeras centenarias, esos árboles, llevan en su savia infinitos recuerdos de todos los que vivimos rodeando el jardín. Y el Jardín del Edén nos ha ayudado a todos a Vivir durante muchos, muchos años.


Pero los años han ido pasando, las cuatro enormes palmeras de canarias han sumado otros veinticinco más desde esa primera vez que las vi. Ahora, ya centenarias y con más de quince metros de altura, se enfrentan silentes y junto al resto de los árboles del frondoso jardín a unas amenazas de muerte que, paradójicamente, proceden del sector eclesiástico. No parece que haya piedad, ni misericordia, ni sensibilidad, ni recuerdo, ni nostalgia por esa historia latente en el jardín del convento. No hay valores religiosos, sino económicos, en el obispado de Barcelona.

Sin embargo le debo, le debemos, a ese jardín, a esas palmeras, a esos árboles, a esos pájaros, que salgamos en su inocente defensa. Nos han ayudado a vivir durante muchos, muchos años, aportándonos aire limpio y paz de espíritu. Ahora nosotros debemos ayudar al Jardín del Edén a sobrevivir a estas amenazas del diablo disfrazado con báculo y mitra.

Ojala nuestro jardín del convento cuente también con la gracia de Dios.


Para saber más y mejor visitad la página de http://salvemeljardi.blogspot.com/ o enviar correo electrónico a salvemeljardi@gmail.com




martes, 17 de enero de 2012

Escuchando se entiende la gente

.
De nada sirve emanar los pensamientos si no hay un receptáculo apropiado para recogerlos. Ofrezcamos vino, pues, a quien tenga la copa dispuesta para ser llenada con este espíritu.



Creo que hay una parte importante de cada uno de nosotros que se esfuerza en explicar y transmitir su propia opinión, es decir, que nos afanamos en exponer de manera clara y estructurada nuestra visión parcial de una realidad habitualmente compleja. Sin embargo, no solemos dedicar tanto esfuerzo a escuchar, quiero decir, a oír a los demás con el ánimo de entenderlos, de interiorizar su mensaje y a evolucionar en nuestro yo interior libando ese néctar que nos ofrecen bajo una forma aparente de palabras concatenadas.

Me impactó saber que, en media, sólo escuchamos realmente seis segundos de cada minuto de mensaje que oímos. Me vi reflejado en esas estadísticas y mi objetivo personal está en poder elevar en algo esa media.

Sin embargo, para favorecer una escucha completa se requiere ir adquiriendo habilidad en algunos aspectos como:

- La sintonía. No siempre el que habla está en la misma “onda” del que escucha. Si queremos escuchar y aprender de su mensaje, debemos ajustar nuestros registros mentales hasta “sintonizar”. Y sintonizar puede ser sinónimo de escuchar y hablar con el corazón, de abrir los sentimientos hacia la otra persona, de expresar tu opinión personal que te has formado con tu interpretación de la vida. Suele ocurrir que, en ese momento en que se encuentran las sintonías, ambos corazones se abren, los ojos se miran, el tiempo se calma y la comunicación fluye sin obstáculos, casi sin palabras...

- El entorno. El momento y el lugar deben escogerse con esmero para facilitar la comunicación. Sentarse cómodamente en un lugar elegido para escuchar a la otra persona, sin ruidos y sin distracciones. Darle una muestra física de querer realizar una escucha activa, de estar plenamente dedicado a escucharla si así lo desea, es esencial para que emanen sus pensamientos.

- Los prejuicios. Nuestros esquemas educacionales nos limitan el pensamiento y las opiniones acerca de las cosas y los demás. Siendo conscientes de nuestras limitaciones, tradiciones, creencias y prácticas - y sin tener que abandonarlas por ello - debemos procurar abrir la mente para entender y apreciar otras maneras de ver las mismas cosas, comprendiendo así también el comportamiento de los demás y los motivos que los conducen a sus conclusiones y modos de actuar.

- El fondo. Captar la esencia que se esconde tras las palabras, cual es el fondo del mensaje que ha emanado desde el corazón, escuchar al otro con la intención de recibir el espíritu de sus pensamientos es fundamental para conocerlo como persona y para desarrollarse uno mismo en el viaje interior. Hablar se convierte aquí en un poderoso regalo que se ofrece al que escucha. En muestra de gratitud y si las circunstancias son propicias, se puede establecer un diálogo contrastando ideas, experiencias, opiniones y pensamientos, hecho que puede favorecer que la escucha activa sea correspondida bidireccionalmente, enriqueciéndose mutuamente del aumento de perspectiva que ofrece el diálogo desde el respeto de las opiniones personales de cada uno.
.

Y es así como se produce un doble efecto mágico al escuchar de verdad a la otra persona. Por una parte, el dedicar la atención que se merece a quien te explica algo desde su corazón la alienta a compartir contigo lo que forma parte de su vida y a exponerte su visión de lo que es cierto para ella. Por otra parte, tras recibir el preciado mensaje, conviene dejarlo madurar en tu interior, darte un tiempo para la reflexión, en silencio. Un tiempo también que sirve para contrastar todas las ideas recibidas y dejar aflorar, poco a poco, la magia del verdadero conocimiento de uno mismo.




Como decía al inicio, de nada sirve emanar los pensamientos si no hay un receptáculo apropiado para recogerlos. Mantengamos, pues, nuestra copa dispuesta para ser llenada con el espíritu del vino que nos ofrecen.
.