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martes, 30 de septiembre de 2008

Tomapelcul

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He asistido hace unos días al "apagón" de un foro de opinión.

El administrador del lugar ha decidido marcar su propio estilo masculino y singular. Diría que el tipo se ha creído alguien importante en el mundillo, le ha cogido un subidón del ego a la cabeza, ha menospreciado a los compañeros que frecuentaban el foro y ha decidido relacionarse con “círculos” de “amigos” a pesar de haber recibido constantemente de éstos collejas, puñaladas e insultos.

Este personaje ha optado por borrarlo todo, tema a tema, cargándose las aportaciones hechas por un buen grupo de gente durante más de un año. No concibo cómo alguien puede decidir esto sin más, utilizando sus órganos de gobierno. Es una falta de consideración a los demás participantes. Hubiera podido dejarlo aparcado, desvincularse de su funcionamiento, ceder la moderación a un tercero... pero no. No ha habido compasión, ni explicación, tal vez ni reflexión, sencillamente ha dejado de lado a los pobres mundanos que frecuentaban su foro y punto. “Lo maté porqué era mío”.

Sólo se me ocurre pensar que, dado que había algunos post donde quedaba en ridículo, ha querido limpiar su imagen y ha borrado todo para así dedicarse a la política o a alguna otra actividad de similares intereses mezquinos.

Las cosas son así en este mundo. A él lo dibujaron soberbio y falso, y esto es un borrón que ya no hay goma que consiga borrarlo. “Dios me lo da, Dios me lo quita” Sólo sentirse divo puede justificar tal fechoría de falta de respeto a todos los que anunciaba como amigos y que también sentían ese foro como el suyo, el de todos.

¡Qué vacua era esa amistad en él! Ya me parecía que la usaba demasiado tendiendo la mano abierta hacia todo el mundo. En fin, ¡Ver para creer!


Me acuerdo de un relato que rezaba como “Cruzar puentes ya puedes, ¡A tomar por culo!, ...

Dios reyes”
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lunes, 15 de septiembre de 2008

Hacer la colada

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Desde que la ropa blanca pasó a ser sinónimo de limpieza y de distinción, allá por el siglo XVI, y hasta principios del siglo XX, había una técnica tradicional de desinfectar i blanquear la ropa muy curiosa: ¡A base de cenizas!

La ropa se lavaba en el río o en los lavaderos públicos que había en algunas poblaciones. Allí se pasaba jabón, se frotaba y se picaba la ropa para, finalmente, aclararla. Pero una vez realizado este lavado, se podía hacer un proceso adicional que sería el equivalente a la operación actual de utilizar lejía.

Al lado de las chimeneas de los hogares, había un banco de piedra donde se guardaban las cenizas apagadas. Si eran de madera de roble, mejor. La ropa blanca, aún húmeda de su primer lavado, se introducía en un recipiente encima del banco de piedra, se tapaba con un lienzo tupido, idóneamente de lino, se ponían las cenizas encima y se tiraba agua caliente. El agua caliente disolvía los carbonatos de sodio y de potasio que contenían las cenizas, se colaba por el lienzo (de aquí su nombre de hacer la colada) y remojaba la ropa a desinfectar. Por la parte inferior del recipiente salía un tubo que devolvía esta solución alcalinizada a una olla que estaba sobre el fuego, donde se calentaba – cuanto más mejor- el agua que iba convirtiéndose lentamente en lejía a base de recircular a través de las cenizas.

Se podía añadir a las cenizas cáscaras de huevo picadas ya que estas hacían un efecto de suavizante en la ropa. También se le podía añadir alguna hoja de laurel bendecido, que se creía que protegía la ropa y le daba una vida más larga...



Después de esta operación, se le hacía una repasada con jabón, un aclarado y se dejaba secar tendida al sol. Seguro que con tantas operaciones, era un gustazo meterse entre sábanas blancas recién lavadas de esta manera tan especial.

En el ámbito agrícola, se tenía la costumbre de hacer la primera colada del año el día 2 de enero, usando las cenizas de la noche de Navidad. Además, en esta colada también se limpiaban los útiles de cocina y aquellos objetos que se lavaban una vez al año. Por otra parte, también era costumbre hacer una colada al día siguiente de hacer la tradicional matanza del cerdo, por las razones obvias que todo el mundo entenderá.

Hoy en día, en los “autodenominados países desarrollados”, los jabones hechos con los aceites usados y sosa cáustica se han sustituido por detergentes industriales, también se ha industrializado la producción de lejía, a base de hipoclorito y las máquinas lavadoras se han extendido por todos los hogares.

Las tecnologías vanguardistas van por el camino de hacer máquinas lavadoras a base de ultrasonidos que no utilizarían agua ni jabón. Aunque los intereses económicos predominan sobre los ecológicos, y esto hace que se continúe lavando la ropa con agua de boca, y usando detergentes industriales o suavizantes que incrementan los beneficios de las grandes empresas del sector a base de contaminar las aguas que posteriormente hay que depurar...

Y además, bombardeando nuestra escala de valores con el lema “no olvides de cambiarte de ropa cada día”.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Tecnología agrícola

. Recuerdo haber leído un artículo de investigación sobre los efectos de la sequía en el hábitat de las plantas y los insectos. En este artículo se exponía que la escasez de agua en el sustrato de las plantas provoca una menor floración, como hay menos flores y por otra parte igual o más bichos, entonces "tocan a más bichos por flor". Cada especie de insecto tiene preferencia por el néctar de unas flores, pero al escasear, tienen que ir a buscarlo a otras flores menos apetecibles. Sin embargo allí encuentran otros bichos con los que habitualmente no se relacionan. Como consecuencia de estos efectos, se analizaba el incremento de cruces entre especies y la mayor dificultad de polinización de las flores.

Todo un mundo de ofertas y demandas, documentado y estadísticamente analizado. Quedé flipando con el tema.

Pero mi nivel de alucinación lo superé hace unas semanas, cuando tuvimos la magnífica oportunidad de visitar un invernadero del conocido Mar de Plástico, en Almería. El amable agricultor nos enseñó su huerto perfectamente ordenado, con las plantas uniformemente crecidas y alineadas, con un riego por goteo, con un sistema de regulación de las condiciones de humedad y temperatura en el interior del invernadero, bajo un techo de plástico blanqueado para reducir la radiación solar en el interior durante el verano. En fin, todo un lujo de aplicación de la tecnología en una explotación agrícola intensiva. También nos enseñó cómo en su plantación de pimientos había introducido unos diminutos insectos con el objetivo de que se comieran otros bichos malos –más pequeños aún y que se camuflaban en el reverso de las hojas- que, si crecían en población, acabarían con la cosecha.

Cada vez que pienso lo buenos que estaban los pimientos verdes que nos obsequiaron, no salgo de mi asombro de pensar el nivel tecnológico que hay detrás de estas plantaciones. Todo un mundo de la agricultura científica, aplicada por un experto agricultor enamorado de su trabajo. Fue una autèntica experiencia alucinante e inolvidable.